Seguramente, desde tu paso por la facultad ya empezaste a
escuchar algunos de estos mitos. ¿Te animás a analizarlos desde otra
perspectiva? Si la respuesta es afirmativa, ¡empecemos!
Hay gente que afirma con vehemencia que nuestro trabajo debe
«pasar desapercibido». Si bien es cierto que una buena traducción es la que
refleja el texto fuente de forma fiel, prestando especial atención a los
factores socioculturales de los idiomas involucrados y el objetivo del encargo,
muchas veces nuestra intervención resulta en una versión mejorada en
comparación con el texto fuente.
¿A qué me refiero con esto? Con frecuencia, el texto que
recibimos está plagado de vicios o errores que entorpecen la lectura.
Naturalmente, no trasladamos estos errores a nuestra traducción. Dependiendo de
las características del proyecto, incluso podemos sugerir mejoras respecto de
la disposición del texto. Por ejemplo, si tenemos que traducir un sitio web
donde se menciona una lista muy extensa de elementos, podemos proponerle al
cliente volcar esa información en una lista de viñetas para facilitar la
lectura.
Estos son solo algunos supuestos que demuestran cómo nuestro
servicio implica un valor agregado en el que a veces nuestra intervención debe
notarse para que el texto cumpla su propósito de forma efectiva.
¡Si habremos visto memes que grafican este mito! No les voy
a mentir: esta profesión es sumamente exigente, pero por una cuestión lógica de
que hay que trabajar para vivir —y no al revés—, es insostenible llevar una
vida sin espacio para el ocio, la recreación y el cuidado de nuestra salud.
En mi humilde opinión, esta imagen de personas que viven
trasnochando y solo trabajan sin cesar denota, por un lado, problemas para
organizar el tiempo y, por otro, que están cobrando honorarios que no les
permiten vivir dignamente trabajando ocho horas por día.
Como estos personajes que están en el imaginario colectivo
duermen muy pocas horas y trabajan todo el santo día, de lunes a lunes, su
aspecto debe ajustarse a esa realidad, y por eso dicen que vivimos en
pantuflas. Es momento de preguntarnos si alguna vez recibimos un mensaje
similar de otras profesiones. Por ejemplo, ¿una psicóloga que vive en
pantuflas? ¿Un escritor que vive en pantuflas? ¿Una abogada que vive en
pantuflas? Solo nombro algunas profesiones a título ilustrativo para invitar a
la reflexión. ¡Claro que necesitamos comodidad para traducir! Eso está fuera de
discusión. El punto es la imagen que queremos proyectar a la sociedad como
profesionales, porque, si no, después aparecen titulares como los de La Nación
donde se sostiene que nuestro trabajo es una changa.
Este es un tema que parece estar muy instaurado en la
comunidad profesional, sobre todo en otros países. Como el objetivo de este
artículo es replantearnos ciertas cuestiones que suelen acatarse sin más, en
Argentina partimos de la base de que, en virtud de la ley 20305, las
traductoras públicas somos las profesionales con incumbencia para traducir
textos desde o hacia un idioma extranjero «en los casos que las leyes así lo
establezcan o a petición de parte interesada».
En ciertas áreas de especialización, como la traducción
jurídica, me atrevo a decir que, en algunos casos, es hasta deseable contratar
una traductora argentina para la traducción inversa de un documento redactado
en español de Argentina. ¿Qué mejor que una traductora especializada en el
derecho argentino (por ejemplo, si además es abogada) para transmitir de forma
clara y precisa el mensaje de ese texto? Ciertamente no podemos decir lo mismo
de la traducción literaria, en la que quien traduce a su lengua madre
seguramente correrá con mayores ventajas.
En suma, podemos concluir que no existen las verdades
absolutas y que, como buenas traductoras, debemos analizar los mensajes con un
ojo crítico y procurar enaltecer la profesión.
María José Costanzo
August 7, 2020Mi querida, son mitos instalados a partir de la proliferación de traductores no profesionales. Puedo escuchar tu voz mientras leo. Estoy orgullosa de vos. MJ.